Felices y alegres fiestas

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A pesar de que las navidades son muy subjetivas y hay mucha gente a las que no le gustan, ya sea porque les deprimen, echan en falta seres queridos que ya no están con nosotros, o demás motivos igualmente comprensibles, en mi blog, siempre (espero), va a ser motivo de alegría y humor. Creo que, a pesar de que no son tiempos buenos, la crisis no nos deja, y parece que todo va a peor, tenemos que hacer un paréntesis estos días y olvidarnos de lo malo e intentar ser optimistas, sacar una sonrisa y disfrutar con la familia. Ya tendremos tiempo el resto del año para preocuparnos con los problemas. ¿No creeis?
Por eso voy a aprovechar para desearos lo mejor en estas fiestas, que os lo paseis genial y os decojoneis a más no poder. Comais hasta que veais que no os cabe ni una gamba más, bebais a tope pero con cabeza, y que luego la resaca sea la menor posible, sobretodo para aquellos que ya vamos teniendo una edad y nos cuesta horrores estar decentes el día después.
Yo, de momento, para ir cogiendo tono con el cachondeo ya me he bajado el nuevo trabajo de El Reno Renardo, los reyes de lo que ellos mismos denominan 'Freak Metal'.

Para quienes no los conozcan decirles que no estoy haciendo apología de la piratería, nada más lejos de la realidad, ya que ellos no venden sus discos, sinó que los cuelgan en su web para que quienes lo deseen puedan descargárselos gratuitamente.

El nuevo trabajo de los vascos se titula 'El Improperio Contraataca', y como siempre va cargado de letras desternillantes acerca de la vida más cotidiana, crítica social, denuncia y, como no, las originales adaptaciones que hacen de los éxitos de otros grupos, como en esta ocasión son Amaral, Heroes del Silencio, Village People, Manowar y Baron Rojo.
Para más adelante seguro que adornarán algunas de estas canciones con videos, como ya lo hicieron con algunas de sus canciones más famosas de otros discos como 'Crecí en los Ochenta' o 'Camino Moria'.
Mientras, y dadas las fiestas que ya tenemos aqui, que mejor que felicitaros las navidades con un famoso villancico adaptado por ellos mismos: 'El Tamborilerdo'






Nos leemos ya el año que viene, donde os tengo preparada alguna sorpresa que seguro que os gustará a los que habitualmente soleis pasaros por aqui.
Abrazos y alegría para estas fiestas. Salud y suerte para el 2011!

El torpedo que esquivó Churchill

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Como es sabido por muchos, y tal como reza la intro de esta sección, a Sir Winston Churchill, Primer Ministro británico durante la segunda guerra mundial, lo que en algún momento llegó a preocuparle seriamente para el buen desenlace de la guerra fue la amenaza que suponían la presencia de los submarinos alemanes en el atlántico.
Pero lo que muchos desconocen es que, posiblemente, este miedo se viese incrementado por un hecho que le ocurrió nada más comenzar el conflicto y que, de no haber sido por la fortuna, quizá la guerra hubiese tenido otro final bien distinto del que afortunadamente tuvo.
Era el 30 de Octubre de 1939 cuando al oeste de las islas Orkney navegaba un grupo de tres acorazados británicos escoltados por 12 destructores. Uno de ellos, el HMS Nelson, buque insignia de la flota, tenía unos invitados de excepción: el comandante en jefe de la Home Fleet, almirante Sir Charles Forbes, Sir Dudley Pound y el Lord
del almirantazgo Winston Churchill.
El motivo de dicha reunión no era otro que analizar y determinar que acciones habían de tomar respecto al reciente y durísimo golpe que había supuesto el reciente ataque del U-47 de Günter Prien en Scapa Flow y que se había saldado con el hundimiento del acorazado Royal Oak y daños en el crucero pesado Belfast y el viejo portaaviones Pegasus.
Inmersos en sus análisis, y confiando en la imponente estampa que dibujaban los tres acorazados con su tupida escolta, no imaginarían que nadie en su sano juicio osase enfrentarse a tan temida flota. Pero nada más lejos de la realidad.

Almenos dos, y secos golpes se oyeron y sacudieron el imponente casco del HMS Nelson. Las alarmas saltaron de inmediato. ¿Qué había sido eso? Sin duda había sido el impacto de dos torpedos que habían hecho blanco en el buque, pero por motivos desconocidos no habían explotado.
HMS Nelson


Unos cuantos metros bajo la superficie, y ganando profundidad, el responsable del ataque huía ante la que se le venía encima.
No era otro que el U-56, al mando del alférez de navío Wilhelm Zahn, que justo se encontraba en medio del grupo en cuestión. A cota periscópica pudo distinguir los tres acorazados (HMS Rodney, HMS Hood y el citado HMS Nelson) y los 12 destructores de escolta. Debido a su posición ideal para el ataque, y haciendo gala de un completo arrojo, no dudó en lanzar tres torpedos en abanico hacia el Nelson, de los cuales almenos dos se oyó su impacto pero no su detonación.
Gracias a una rápida maniobra evasiva, y bajo el comprensible desánimo producido por la heroica pero no recompensada acción, logra huir hacia aguas seguras.

El abatimiento del comandante seguramente sería mayor al llegar a puerto y conocer quienes iban en el Nelson y lo que habría supuesto para la guerra la baja de semejante(s) personalidad(es). Tal fue su depresión que, el comandante en jefe de los U-Boats, futuro almirante de la Kriegsmarine y sucesor de Hitler, Karl Dönitz, no tuvo más remedio que retirarlo del servicio activo y trasladarlo a labores de adiestramiento para futuras tripulaciones submarinistas.

Wilhelm Zahn



¿Porqué fallaron los torpedos? Pues sencillamente porque salieron defectuosos. Y no fue un caso puntual, ya que durante gran parte de la guerra fueron muchos los casos donde numerosos buques fueron torpedeados sin que los torpedos llegasen a explotar, explotasen antes de tiempo o se perdiesen hacia un rumbo no estipulado.
A estos numerosos fallos con los torpedos se le llegó a conocer como 'La crisis de los torpedos' y tuvo su punto culminante en la conocida como 'Operación Hartmuth', donde en una numerosa concentración de submarinos frente a las costas noruegas, y para proteger un desembarco alemán y repeler los posibles desembarcos aliados, de 31 ataques que efectuaron los U-boats ningún torpedo explotó.
Todo ello conllevó una urgente investigación que incluso derivó en consejo de guerra hacia los responsables de dichos fallos, que básicamente se concluyeron en un deficiente encendido magnético del torpedo así como mal funcionamiento de la espoleta de percusión.
Finalmente poco se pudo arreglar, ya que se acordó a partir de entonces disparar únicamente con encendido de percusión, que fue lo único que pudieron mejorar y descartar el encendido magnético.
No fue hasta finales de 1942 cuando los submarinos empezaron a recibir los nuevos tipos de torpedos que revolucionarían lo habido hasta entonces y que llevarían de cabeza a los aliados para desarrollar un medio para combatirlos. Uno era el torpedo que después de recorrer una determinada distancia, viraba y seguía su camino haciendo lazadas, haciéndolo ideal para su uso contra convoyes. Un año más tarde llegó el torpedo que se guiaba atraído por el ruido de la hélice del barco enemigo. Muchos años después de la guerra, estos fueron los torpedos que se siguieron utilizando en los submarinos de todo el mundo.

Pero al bueno de Sir Winston Churchill nunca se le olvidaría ya que, por su sigilo y su potencial destructivo, los submarinos había que tenerlos muy en cuenta. Luego, el que los torpedos saliesen defectuosos, era algo que correspondía al azar. Y él, precisamente, podía dar fe de ello.

La casa sin alma

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Rescato del fondo de mi disco duro esta visita que en principio no tenía pensado publicar. Pero, debido a que hacía tiempo que no posteaba algo de 'Ruinas', y sobretodo, a que la exploración que iba a ir en su lugar se me está complicando por su complejidad, saciaré mi sed poniendo esta pequeña y perdida casa de una urbanización.

Y porqué no tenía pensado publicarla? Pues porque, como ahora vereis, poco tiene de interesante. Muy vandalizada y poco o nada que llame la atención. Pero sobretodo, porque está carente del 'alma' de un auténtico abandono, es decir, del poder retrotraerte a su pasado y a la gente que en ella pudo habitar, ya que, por lo que pude deducir, más que una casa abandonada fue una que no llegó a construirse del todo, quedando, eso sí, muy cerca de ver colocada la bandera en su punto más alto.




















Si alguien tiene unos pocos eurillos y quiere acabar de aderezarla, tendría una bonita casa en pleno paraje natural. Las macetas ya las tiene. Alguien se anima?

Recuerdos de juventud

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Ha permanecido perdida muchos años, pero por fin ha visto la luz. Una vieja fotografía que simboliza mucho para mi y mis amigos. En ella, Alberto, Miguel y yo (de derecha a izquierda) vamos hacia casa de Dani (Matu para los amigos).
Un momento y una época irrepetibles.

El ocaso de las vacaciones

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Unos se van, otros permanecen, y algunos, como yo, volvemos.

Un rescate singular

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Era el 21 de Septiembre de 1940 cuando, en una pequeña balsa a merced de las olas, un hombre permanecía apoyado en un remo improvisado como mástil y su camisa atada en lo alto ondeando al viento.
Estaba aturdido. Aún no daba crédito de lo que acababa de vivir.
Su buque, el Baron Blythswood, parte del convoy inglés HX-72, había volado por los aires de repente, en plena noche, yéndose a pique en menos de cuarenta segundos. Dudaba mucho que el capitán, o cualquiera de los 33 marineros que formaban la tripulación, hubieran tenido la suerte que tuvo él de haber salido vivo de aquello.

Ilustración del Baron Blythswood


Por lo que veía a su alrededor no era el único. El petrolero Invershannon y el carguero Elmbank también habían estallado, aunque aún se resistían a ser engullidos por las frías aguas del atlántico norte. Sin duda habían sufrido un ataque por parte de los temidos lobos grises alemanes.

Al alba, ya se dibujaban las pequeñas siluetas de los botes salvavidas, repletos de los marineros que habían logrado salvarse del hundimiento de sus buques.

El Elmbank.

Él, semiinconsciente y en ropa interior, permanecía en su pequeño bote. El resto del convoy ya había marchado, y tan solo esperaba que alguno de los barcos de escolta del convoy regresase a recoger a los supervivientes.

Al poco rato su deseo se vio cumplido. Pero no fue un buque de superficie, sino un submarino el que vino en su rescate.

Se acercaron a él y mientras lo ayudaban a subir, el mismo comandante le indicó que adentro podría secarse y le darían algo de comer, dando instrucciones a su segundo de que lo llevase a su camarote y lo acomodase. Había tenido suerte.

Ya dentro, le quitaron la ropa mojada, lo envolvieron en mantas y lo acostaron. Más tarde le sirvieron un poco de ron que el hombre apuró de un trago.
Seguidamente bajó el capitán a verle y a interrogarle a qué buque pertenecía. Pero le dolía mucho la cabeza y realmente pudieron comprobar que había sufrido un fuerte golpe. Solamente podía recordar la carga del barco, vigas de hierro. Lo que explicaba que se hubiese ido a pique tan rápido.
Lo dejaron dormir. A la hora se despertó avisando al operador de radio de que tenía hambre. Este le dio una lata de piña que fue lo que primero pilló a mano y marchó a avisar al comandante de que el náufrago se había despertado.
Ya más recobrado, les pudo decir el nombre de su barco, verificándolo el capitán en su registro y comprobando que la carga que llevaba era concretamente mineral de hierro.
Lo dejaron nuevamente descansar, pero pidió si le podían servir un poco de café. El amable operador de radio enseguida se lo trajo. Y mientras daba buena cuenta de él le dijo:

- ' Gracias , compañero. Un submarino alemán nos torpedeó, el desgraciado. Pero por suerte los cochinos nazis no me cogieron. Les fastidié y me recogió un submarino inglés. Eso les enseñará a no meterse con nosotros' y mientras sonreía le lanzó un guiño al operador de radio.
El operador le devolvió la sonrisa y volvió a su trabajo.


Al rato, el marinero británico, recibió la noticia de que el comandante había ordenado que le vistieran, le vendaran la cabeza y lo subiesen al puente. Iban a trasladarlo a uno de los botes salvavidas con los otros supervivientes del convoy.
El marinero protestó enérgicamente diciendo que no quería ser trasbordado a ningún bote ya que allí estaba muy bien.
Nuevamente fue el oficial de radio el que le dijo que eso no era posible ya que ellos estaban de patrulla y no tocarían puerto hasta dentro de varias semanas, por lo que llegaría antes a casa si volviese al bote y esperase a que un buque de superficie les recogiese.
El marinero seguía aterrado y encabezonado en no abandonar el submarino, hasta que el operador de radio, ya un poco harto de su negativa, le dijo:

-' Mire, amigo. Cuando suba al puente encontrará al comandante. Tiene un uniforme igual al mío, pero además lleva los galones de su rango. Mírelo bien. También verá que en la gorra tiene una insignia naval con la cruz esvástica. Estamos en un submarino alemán.

El náufrago soltó una carcajada y mientras subía al puente le dijo que era una broma muy buena.

Una vez arriba, se dirigió al comandante y abrió la boca para suplicarle que le permitiera quedarse a bordo, pero ya no pudo cerrarla. Su mirada se había detenido en el distintivo de la gorra.

Pálido, y sin poder apartar la mirada de la esvástica, ya no pudo articular palabra.

- ' Lamento que se haya herido y confío en que ahora esté mejor. Ya nos hemos ocupado de que tenga agua, comida y vendas en cantidad suficiente para que le alcance hasta que lleguen a puerto seguro.' le dijo el comandante.


Al lado del submarino, los náufragos que permanecían en el bote salvavidas, contemplaban la escena sorprendidos.
El herido abandonó el submarino y se acomodó en el bote sin pronunciar palabra. Mudo por la impresión, recordó haber estado dos horas a bordo de un submarino alemán, donde lo alimentaron y cuidaron mientras él los llamaba 'desgraciados' y 'cochinos'. Y sin embargo seguía con vida para contarlo.

Otto Kretschmer, Comandante del U-99 y mito de los U-Boat.


El hombre que manejaba el timón del bote -el patrón del petrolero hundido- aceptó el pan, el agua y las vendas que les dio el comandante y atendió al rumbo que este le indicó que debían seguir para llegar a la costa irlandesa.
Mientras se alejaban y veían al comandante como les despedía con la mano a la vez que les lanzaba un 'Buena suerte', el patrón del bote introdujo una mano bajo su asiento y, levantándose, arrojó a la cubierta del submarino un paquete de cigarrillos. Fue su manera de agradecerles el trato que nunca hubieran pensado que recibirían de unos nazis. Ahora, sólo alemanes.

Nuestro desconcertado protagonista no pararía de pensar mientras se alejaba del submarino como no se habría dado cuenta de donde había estado metido todo ese rato. Sin duda fue un curioso cúmulo de circunstancias las que propiciaron que diese la impresión de estar verdaderamente en un submarino inglés.

El submarino de los hechos, el U-99, entrando a puerto


Para empezar, su estado de conmoción cuando fue recogido e inmediatamente atendido no le permitió sospechar nada extraño ni captar nada anormal a su alrededor. Es más, siempre se le dirigieron en un correcto inglés, sobretodo el comandante, que había estudiado de joven en Inglaterra y lo dominaba a la perfección. Además, daba la casualidad que a bordo se encontraba un oficial italiano en periodo de aprendizaje, por lo que muchas veces se le oían a él y al comandante desde el puente hablar en inglés.
Por otro lado, los uniformes de fajina de los marinos alemanes no tenían nada que los identificase como tales, y encima, la lata de piña que le habían dado para comer era de procedencia inglesa, ya que provenían de los abastecimientos abandonados por el Ejército británico en su retirada de Dunquerke y que, por orden de Hitler, fueron distribuidos entre la tripulación de los U-Boat.


Y es que la guerra dio para mucho. Hasta para curiosas anécdotas como esta.

Gracias, Samaranch

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Ayer se nos fue una de las personas que más ha hecho por el deporte de nuestro país, y el mejor embajador de éste fuera de él.
El hombre al que los españoles en general, y los barceloneses en particular, siempre le estaremos agradecidos por aquellos juegos que nos dio y que con el tiempo se convirtieron -junto con los de Pekin, 16 años más tarde- en los mejores juegos olímpicos de la historia.

Gracias, Juan Antonio, por aquel año emocionante de mi vida. Por haberme regalado aquella experiencia que nunca podré olvidar. Por esos momentos en el que durante unas horas fuimos el centro de atención del mundo entero. Por hacerme sentir partícipe de estar marcando un antes y un después en la historia de nuestro país, de nuestro deporte y de la imagen que el mundo tendría de nosotros.

A escasos metros delante mío, diste tu discurso subido en aquel podium giratorio de cristal. Yo te observaba atento mientras tus sinceras palabras impactaban en cada esquina del estadio olímpico de Montjuic.
Me diste las gracias. Ahora te las doy yo a ti.
Desde aquella mágica noche del 25 de Julio de 1992, amigos para siempre.

Gracias, Samaranch.

Ruinas: La industria Textil

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Durante la década de los 70 y 80, uno de los motores económicos del país fue la industria textil.
Gracias a este sector, numerosos trabajadores (en su mayor caso mujeres) hacían de éste su oficio, haciendo que numerosas edificaciones dedicadas a la actividad fuesen creciendo en la zona.
Y así fue hasta hace bien poco, cuando la fuerte irrupción de productos venidos de países del este y asiáticos hundieron el sector y lo condenaron a muerte.
A partir de ahí, una detrás de otra, fueron parando máquinas y cerrando sus puertas. Ahora los ladrillos tapian sus entradas, sellando dentro un silencio donde otrora sólo había actividad y ruido.
Hoy visitamos uno de sus últimos bastiones.


Vista de la fachada principal, totalmente tapiada:
Ya en el interior, el vacío más absoluto inunda la fábrica:


En la pared aún permanece colgado el tablero donde cada trabajador tenía su ficha de marcaje:


Detalle de una especie de servicios que había en un sótano:

Había diversas zonas como este almacén donde se apilaban decenas de cajas repletas de conos y tubos de plástico, utilizados para la preparación, hilatura y teñido de hilados:

La parte superior de la fábrica era otro enorme y único almacén donde todo era desorden y caos:

Por un momento pensé que me estaba pesando en una antigua báscula de farmacia...

La vista se perdía a lo lejos entre tanta cantidad de cajas, bidones y demás obstáculos:

Todas estas especie de butacas aparecieron ordenadas junto a una pared:

Un compresor permanecía al otro lado del almacén rodeado de suciedad:

¿Marcha y Paro?

Otro indicador. Esta vez de suministro y/o consumo:

Me temo que de poco sirve ya el aviso...

De vuelta en la nave inferior me detuve en el cuadro eléctrico:

Detalle de una jabonera en uno de los aseos:

Este sólo estaba en posición 0:

Cada pocos metros, el suelo ofrecía agujeros como este. Supuestamente es donde irían ancladas las enormes máquinas que poblaban la nave. Pero ahora, entre tanta oscuridad,
sólo son peligrosas trampas donde meter un pie y...eso, que hay que andar con ojo:
Una puerta reventada que daba acceso desde un vestíbulo a la nave interior:

Fuera de nuevo, por el suelo, había numerosa documentación desperdigada. Entre ella esta nómina de Marzo de 1979. Liquido a percibir: 21.996 ptas. Casi como yo 30 años después.


Solamente me queda pediros disculpas por la escasa calidad de las fotos y la poca cantidad que hay genéricas del interior de la nave principal y otras estancias. Pero a veces los abandonos te vienen de sopetón, sin buscarlos, y unicamente con el móvil como medio para inmortalizar la exploración. En estos casos este es el resultado.
Me gustaría volver y enseñaros más y mejor. Si es así, habrá segunda parte.

Historia real en mi mano

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No es que sea aficionado a la Numismática, pero siempre había querido tener alguna pieza real de, posiblemente, la época más importante y trascendente de la Historia.
Ánimado por varios compañeros bloggers, y viendo que no son nada caras, me hice finalmente con esta. 2 Reichmarks de 1939, justo el inicio de la 2ª Guerra Mundial.
Ahora, mientras la observo atento en la palma de mi mano, me pregunto por cuantas manos más habrá pasado. ¿Las de algún jerarca nazi quizás? ¿o por las de un judío exterminado en un campo de concentración?. Demasiado peso en tan poco espacio.

Oskar Kusch

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Oficial de submarino alemán en la II Guerra Mundial.
Para su tripulación era el capitán ideal: comprensivo, experimentado, brillante, tolerante, valeroso, con éxito y divertidamente extrovertido. Un hombre que siempre les devolvía a puerto sanos y salvos y cumpliendo siempre con su deber.
Para algunos de sus oficiales era algo bastante diferente: un joven fanático anti-nazi, cobarde y traidor al que le gustaba dar continuamente sermones anti-fascistas, por lo que ponía en peligro la integridad del submarino y su tripulación siendo no apto para su mando.
Esta es su historia:

Oskar-Heinz Kusch nació en Berlín en 1918 como hijo único de una familia católica de clase media-alta. Pronto destacó como un chico inteligente y, fruto de su abierta educación, empezó a rechazar los ideales del régimen nazi sin dejar por ello de sentir una gran devoción por su país.
Su primer encontronazo con el sistema se produjo ya de bien joven, a principios de los años 30 cuando, en pleno apogeo de pensamiento único, su grupo juvenil de ideales independientes fue absorbido por las "Juventudes Hitlerianas".
Una vez dentro y viendo más de cerca lo que ya había rechazado desde muy joven, no tardó en poner pies en polvorosa.
Aún así, y viendo los derroteros por los que se encaminaba el país, acabó entrando con 19 años en la 37ª promoción de la Kriegsmarine (Fuerza Naval), pensando que podría llegar a un puesto donde la profesionalidad, respeto y sentido patriótico sirvieran más a su país que a sus usurpadores.
En Junio de 1941, tras realizar un curso de submarinos, fue destinado como oficial de guardia a uno de los submarinos más exitosos hasta el momento, el U-103. Pronto, Kusch se fue prendando del ambiente que reinaba y caracterizaba el arma submarina: la enorme camaradería de su tripulación, la libertad de poder expresar los sentimientos, sensaciones e ideas… todo ello se sabía que quedaba confinado en los estrechos compartimentos del submarino; aún así, y viendo que nuestro protagonista se "emocionaba" fácilmente expresando sus ideales contrarios al régimen, alguien le dejó caer que vigilase un poco lo que decía.
Oskar Kusch demostró a los diversos comandantes que pasaron por el U-103 su sobrada preparación y enorme talento para dirigir un submarino; así como también gozó de un gran carisma y cariño por parte de la tripulación. En Septiembre recibió la graduación de A.N. (Alférez de Navío) así como una Cruz de Hierro de primera clase y otra de segunda.
El 8 de Febrero de 1943, Kusch tomó el mando de su propio submarino, el U-154, y quiso implantar en éste el ambiente cordial que respiró durante su etapa en el U-103. Lo primero que hizo al entrar en su submarino fue retirar una foto de Hitler que presidía el camarote de oficiales, aludiendo que no estaban allí para idolatrar a nadie.
Pronto consiguió el ambiente que deseaba para su submarino: creó una atmósfera relajada para la tripulación, sin que por ello descuidasen sus deberes profesionales, daba libertad para expresar y discutir cualquier tema, hasta de política; él, cómo no, también expresaba sus pensamientos e intentaba apartar a su tripulación de los mitos nazis y sus mentiras, así como animarles a que fuesen lógicos y tuviesen juicio propio. Éstos apreciaban la forma de dirigir de su comandante, lo aceptaban de muy buen grado, lo correspondían con máxima fidelidad y profesionalidad, se reían con sus excentricidades y aplaudían su liderazgo.
De esta manera, el U-154, se convirtió en un submarino que empezó a ser conocido como "U-Brillo de Sol" por el clima que emanaba en su interior y por ser de los pocos sumergibles que regresaban a casa después de las patrullas, en una época donde, el arma submarina, estaba en decadencia y pocos eran los submarinos que regresaban a sus bases.
Dentro del U-154, Kusch encontró sus detractores en los oficiales; estos fueron los que abandonaron la camaradería por no aceptar sus "discursos" anti-régimen, en especial su segundo de a bordo, Ulrich Abel.
Abel era el oficial en prácticas del U-154 (lo que Kusch en el U-103) y totalmente contrario en ideas al comandante. Era un activo miembro del partido nazi, por lo tanto, fiel al régimen y sus ideales y devoto del Führer; 6 años mayor que Kusch, tenía un doctorado en leyes y un puesto como juez de condado antes de que la gran depresión de los años 30 lo dejase en el paro. Tras una primera patrulla bajo el mando de Kusch y el informe poco favorable de éste a su llegada a la base de Lorient (Francia), Abel tuvo que embarcarse en una segunda patrulla bajo su mando antes de darle el visto bueno para efectuar el curso de mando; obviamente no le haría mucha gracia a Abel tener que hacer otra campaña más "aguantando" a aquel jovenzuelo inmaduro con sus ideas antifascistas.

Ulrich Abel


El caso es que tras finalizar este segundo periplo el 20 de Diciembre y obtener el informe favorable de Kusch, Abel desembarcó y se dirigió al Báltico para efectuar el definitivo curso de mando antes de dirigir su propio submarino.
El 14 de Enero de 1944, sin consultar con nadie, Abel elevó a su superior por entonces un parte contra su antiguo comandante por sedición y cobardía.
La ley no tardó en caer y el 21 de Enero, Kusch perdió el mando de su submarino, y el 26 ya estaba en Kiel ante un Consejo de Guerra formado por un Auditor Naval y dos "supuestos" compañeros.
El por qué Abel tomó esta decisión de denunciar a Kusch no se sabe a ciencia cierta, varios podrían ser los motivos que lo hubiesen llevado a ello. Podría haber influido la situación en que se encontraba la guerra en aquel momento. Alemania comenzaba a perder fuerza en el conflicto y muchos oficiales veían posible que esa guerra acabase perdiéndose.
Kusch cometió el "error" de escuchar emisiones de propaganda enemiga y, discutiendo con Abel, defendía (ingénuamente) que el bombardeo aliado contra Hamburgo se debió a un error y que, únicamente, el objetivo de las bombas eran bases militares, cayendo algunos proyectiles perdidos sobre Hamburgo. Abel tenía familia en Hamburgo, que tras el bombardeo tuvo que abandonar todas sus posesiones y salvar la vida de milagro; obviamente no se creía lo que los aliados y Kusch argumentaban, sabía que el bombardeo iba con toda la intención.
Teniendo en cuenta que ambos soportaban el mismo rango, que Abel procedía de un nivel social más alto, era mayor en edad, tenía más experiencia y consideraba a Kusch un traidor no es necesario elucubrar mucho para darse cuenta de los sentimientos que podría tener. Abel declaró que Kusch se pasaba las patrullas sermoneando del peligro nazi para Alemania y el mundo, de la más que probable victoria aliada por sus mayores recursos humanos y materiales, que no había ninguna conspiración judía, así como también dudaba de la cordura del Führer. Sentenció que Kusch no era apto para el mando de un U-Boot a causa de una "repetida evidencia de fuerte oposición a la dirección política y militar de Alemania".
La decisión de Abel sentó un precedente; mucho debería haberle dolido lo que Kusch defendía para que, ni el espíritu de camaradería de un U-Boot (por los que justamente son recordados) ni la fiel tradición entre oficiales de no denunciarse entre ellos, quisiese que, la U-Bootswaffe (Fuerza Submarina), se deshiciese de tan molesto parásito para el régimen. Abel encontró apoyo en el ingeniero jefe y el oficial médico que, no sólo confirmaron lo argumentado por Abel, sino que añadieron acusaciones de su propia cosecha, posiblemente por miedo a que les echasen en cara no haber denunciado el hecho antes.
Las cosas no pintaban bien para Kusch, que permanecía preso en la celda 107 de la prisión naval de Kiel. Los únicos que defendieron y se pusieron al lado de Kusch fueron los oficiales y tripulación del U-103, los cuales le alabaron como un excelente oficial pero, naturalmente, desconocían lo acontecido en el U-154 y su opinión por lo tanto no podría tener peso especifico en el juicio.
¿Y la tripulación de su submarino? Su fiel tropa del U-154 permanecía amarrada en Lorient, a la espera de un nuevo comandante y lista para salir a patrullar. Sus declaraciones sí hubiesen sido vitales para armar una defensa decente para Kusch pero, desgraciadamente, no fueron invitados al juicio.
Kusch fue acusado de "minar el espíritu de lucha, no creer en el Führer ni en la Victoria Final". Por el contrario, la defensa sólo pudo exponer la intachable carrera militar de Kusch y alegó que sus opiniones sólo pretendían "suscitar la conversación y hacerles más conscientes de lo que estaba pasando".
Finalmente se dictó sentencia. Kusch fue declarado culpable. Y, pese a que el fiscal había pedido diez años de prisión, Kusch fue condenado a muerte.
El caso había llegado muy lejos; sorprende como un asunto que no debería haber salido de la U-Bootswaffe y haber sido tratado como un asunto interno, llegó tan alto. Nadie hizo nada por Kusch ante el final que le esperaba; ¿por qué los mandos superiores de su flotilla en Lorient y el capitán de los U-Boots en Francia, sabiendo de su honradez y profesionalidad, no hicieron nada por Kusch y permitieron que el caso siguiese su curso?, ¿por qué los oficiales que formaban el Consejo de Guerra no hicieron nada por su compañero? (más tarde alegarían que esperaban que el caso fuese revisado antes de que se cumpliese sentencia y entonces recomendar otra más suave). Incluso cuando Abel regresó a Lorient para hacerse cargo de su propio submarino no levantó el más mínimo signo de desprecio de sus compañeros; seguramente, la cosa hubiera sido diferente de no estar de patrulla el U-154…
Abel no pidió clemencia nunca para Kusch, incluso cuando había manifestado desde un principio que su único objetivo era el relevo de Kusch del mando.
Sólo hubo un hombre que, viendo el trágico fin que le esperaba a Kusch, decidió hacer algo para intentar salvarle la vida. Ese hombre fue Gustav-Adolf Janssen, último comandante del U-103 cuando estuvo Kusch, y unos de los comandantes más laureados de U-Boot.

Gustav-Adolf Janssen

Janssen aprovechó su confianza con el comandante en jefe de la Kriegsmarine, Karl Dönitz, del que fue su ayudante, para pedirle ayuda.
Dönitz fue el mítico fundador y líder durante mucho tiempo de la U-Bootswaffe, un hombre que se sacrificó por defender sus submarinos y sus oficiales, y que numerosas veces los protegió y salvó de problemas con la ley. Aprovechaba el grado de independencia con el que contaba la U-Bootswaffe y el cierto poder que tenía para hacer y deshacer, para mirar por los suyos y por su arma submarina, hasta tal punto que sus oficiales empezaron a llamarlo "Tio Carlos" (Onkel Karl). Por ello, Janssen pensó que Dönitz era el hombre que podía salvar a Kusch, al fin y al cabo, este era un caso similar a los que Dönitz solía solucionar.

Karl Dönitz

De esta manera, pocos días después de la sentencia de Kusch, Janssen se "coló" en el coche de Dönitz durante un viaje que éste realizaba por la Francia ocupada. Janssen lo incordió durante todo el viaje con el caso de Kusch y le suplicó por su vida. Dönitz, al principio, no estaba mucho por el caso, pero al despedirse de Janssen le comentó: "Janssen, encuentro muy decente que defiendas al muchacho, haré que nos veamos para ver qué hay en su corazón, entonces me haré cargo del asunto". Janssen, tras estas palabras, dio el asunto por solucionado, dando por hecho que el Gran Almirante salvaría la vida de Kusch.
Nada más lejos de la realidad. El horno no estaba para bollos. La guerra, como hemos dicho, no estaba, ni mucho menos, sonriendo a los teutones; Dönitz pensaba que no podía permitirse perdonar la vida a Kusch. Su posición no era la misma que cuando actuaba como mandamás de los submarinos, tenía un cargo de mucha más responsabilidad, estaba muy cerca de Hitler, tenía mucho contacto con él y siempre se le había mostrado fiel. ¿Cómo podría perdonar a alguien que renegó del Führer? ¿Cómo le sentaría a Hitler si llegase a sus oídos que perdonó la vida a quien renegó de él, sus ideas y le tachó de loco? Mejor -pensaría- no comprobarlo. Así que, dadas las circunstancias, creyó que la muerte de Kusch sería lo más conveniente además de servir como aviso a sus navegantes.
De esta manera, cuando el informe llegó a manos de Dönitz, lo elevó directamente a Göring (su superior por entonces y que actuaba como representante de la parte acusada: Hitler), sin mirarlo, sin ojearlo y sin cambiar nada; ni siquiera -como le prometió a Janssen- llegó a ver a Kusch ni hablar con él.
El día 10 de Abril, Göring confirmó la sentencia.
Un mes y dos días más tarde Kusch fue sacado de su celda, conducido a un campo de tiro al norte del canal de Kiel y ejecutado por un pelotón de fusilamiento. Acababa de cumplir 26 años.
¿Qué fue del submarino y la leal tripulación de Kusch? ¿Y de su "verdugo" Ulrich Abel?
Kusch fue sustituido al mando del U-154 por el oficial Gerth Gemeiner quien, en su segunda patrulla, cometió un error en una comunicación por radio y fue captado en el sónar de dos buques aliados. El 3 de Julio y tras dos horas de ataques con cargas de profundidad, el U-154 sucumbió al oeste de Madeira, sus 57 tripulantes perecieron.


Placa en memoria de la tripulación del U-154

Abel, por su parte, se hizo cargo del U-193 el 1 de Abril de 1944, el 23 salió en su primera misión, y tal como se fue no volvió, desapareció junto con toda su tripulación sin tener ninguna noticia de sus maniobras. Al parecer, el destino quiso callarle para siempre y le confinó al más oscuro y frío abismo del silencio.

Y fue pasando el tiempo y nadie se volvió a acordar de aquel hecho; la necesidad de mantener la fidelidad a una ideología pudo más que la de salvar la vida de un hombre digno que, al fin y al cabo, solo expresaba sus ideas (y así se mantuvo hasta el fin de sus días en los que no pidió clemencia y se mantuvo firme), pero que, desgraciadamente, lo hizo en una época y un régimen que no perdonaba tales osadías.
Así hasta 1995 donde, un historiador y antiguo oficial naval (Heinrich Walle), sacó a la luz la historia de Oskar Kusch. A partir de ahí empezó el reconocimiento hacía aquel valiente oficial.
En 1996 fue rehabilitado legalmente y, durante un discurso en una celebración nacional alemana, reconocida su lucha contra la injusticia por un Vicealmirante.
En 1998 se le dio su nombre a una calle -compartida entre Kiel y Holtenau- contigua al campo de tiro donde fue fusilado, así como también se le dedicó una placa de granito. Ésta reza así: "Su nombre representa el de muchas víctimas del sistema de injusticia Nacionalsocialista que murieron aquí y en otros lugares. Su muerte es nuestro legado".

Calle dedicada a Oskar Kusch

Placa junto al lugar del fusilamiento

¿Qué pensaría Ulrich Abel si levantase la "escotilla"?

Si me permiten ustedes, que le aproveche el Atlántico.